Rumbo a la Copa del Mundo Italia 1934
En el alba de 1934, cuando el sol apenas rozaba las cumbres aztecas, un sueño comenzó a germinar en el corazón de México: el sueño de la Copa del Mundo Italia 1934.
Un anhelo que resonaba en las venas de un pueblo hambriento de gloria, de un país ansioso por escribir su nombre en la historia del fútbol mundial.
Al frente de este sueño se encontraba Rafael Garza Gutiérrez, “Récord”, un hombre cuya pasión por el fútbol corría tan ardiente como la sangre en sus venas.
“Récord”, jugador legendario que había pisado con orgullo el verde tapete de la Copa del Mundo Uruguay 1930, ahora vestía la piel de entrenador, un rol que asumía con la misma entrega y determinación que había demostrado en la cancha.
Su camino no era fácil. Apenas había comenzado a dar sus primeros pasos en el mundo del entrenamiento, guiando los destinos de un joven Club América, cuando la Federación Mexicana de Fútbol lo llamó a una misión de mayor envergadura: llevar a la selección nacional a la gloria en Italia 1934.
El reto era titánico. México debía medirse contra el vencedor de la serie entre Cuba y Haití, una batalla que se libraría en la propia tierra azteca.
“Récord”, con el entusiasmo que siempre lo caracterizó, se lanzó a la tarea de conjurar un cuadro competitivo, un equipo que encarnara el espíritu combativo y la pasión del pueblo mexicano.
Con la mirada puesta en el horizonte, “Récord” recorrió el país, buscando en cada rincón a los guerreros que defenderían el honor nacional. Jugadores jóvenes y veteranos, talentos emergentes y figuras consolidadas, todos unidos por un mismo sueño: llevar a México a la cima del fútbol mundial.
El camino hacia Italia 1934 estaba trazado. Un camino lleno de desafíos, sudor y lágrimas, pero también de esperanza, pasión y el inquebrantable espíritu de un pueblo que soñaba con escribir su nombre en la historia del fútbol.
“Récord”, al frente de su tropa de valientes, se preparaba para guiarlos hacia la gloria, con la convicción de que juntos podían alcanzar lo imposible.
Era el inicio de una aventura épica, una historia que se grabaría para siempre en los anales del fútbol mexicano.
Una historia de sueños, de pasión, de lucha y de un equipo que, contra todo pronóstico, se atrevió a soñar con lo más alto.
Iniciaba el camino rumbo a la Copa del Mundo Italia 1934.
Convocatoria
Ante el receso del campeonato, se comenzó a llamar a una serie de jugadores para iniciar la preparación.
Porteros:
- Alfonso Riestra – Club Asturias
- Rafael Navarro Corona – Club América
Defensas
- Manuel Rosas – Atlante
- Lorenzo Camarena – Necaxa
- Alfredo Garzón – Club América
- Antonio Azpoiri – Necaxa
Medios
- Felipe Rosas – Club España
- Ignacio Avila – Necaxa
- Guillermo Ortega – Necaxa
- Rafael Guirán – Asturias
- José Rosas – Club América
Delanteros
- Dionisio Mejía – Atlante
- Luis dela Fuente – Club España
- Fernando Marcos – Club España
- Juan Carreño – Asturias
- Jorge Sota – Asturias
- José Ruvalcaba – Necaxa
- Vicente García – Necaxa
- Félix Gómez – Club América
- Manuel Alonso – Club España
- Manuel Márquez – Atlante
La prensa, como un coro griego, analizaba con lupa cada nombre que figuraba en la lista de convocados, buscando en ellos la promesa de gloria y la magia que llevaría a la selección a la cima del fútbol mundial.
La lista era un mosaico de talento, un lienzo pintado con los colores de la esperanza. Cada nombre era una historia, una promesa de goles, de jugadas magistrales, de sudor y lágrimas derramadas en el altar del deporte rey.
Los aficionados, con sus corazones latiendo al ritmo del balón, se aferraban a la ilusión de ver a sus héroes alcanzar la gloria en la lejana Italia.
Sin embargo, como en toda epopeya, no faltaron las voces discordantes.
Algunos sectores de la prensa y la afición cuestionaban la ausencia de dos figuras legendarias: Hilario López y Luis Pérez, veteranos de mil batallas que habían llevado a la selección a la gloria en el Mundial anterior.
Sus nombres resonaban como ecos de un pasado heroico, alimentando la nostalgia y la duda entre los más críticos.
A pesar de estas voces discordantes, la lista de convocados representaba la esperanza de una nación. Los jugadores que la integraban eran los elegidos, los guerreros que llevarían sobre sus hombros el peso de las expectativas y el sueño de un país entero.
En sus pies, en su sudor, en su pasión, se encontraba la promesa de un nuevo capítulo en la historia del fútbol nacional.
Con la mirada puesta en Italia, el camino hacia la Copa del Mundo de 1934 estaba a punto de comenzar. Los jugadores, inspirados por la confianza de sus entrenadores y el apoyo de su nación, se preparaban para afrontar cada reto con la determinación de aquellos que saben que llevan consigo el peso de un sueño colectivo.
La historia estaba a punto de escribirse, y cada jugada, cada gol, cada victoria, sería un nuevo verso en la épica saga del fútbol nacional.
Preparación Rumbo a la Copa del Mundo Italia 1934
El 14 de enero, bajo la atenta mirada de un público expectante, se libró la primera batalla en este camino hacia la gloria.
Un duelo entre hermanos, un inter-escuadras donde los blancos se enfrentarían a los rojos en un ensayo general con sabor a competencia. El sol, como un faro testigo, iluminaba el campo mientras la tensión crecía en el aire.
Y llegó el momento de la verdad. El balón rodó y los dos equipos se lanzaron a la conquista del terreno, cada uno con sed de victoria.
Los blancos, con un juego fluido y preciso, tejieron una red de pases que desconcertó a los rojos. Al final del encuentro, el marcador reflejaba la superioridad de los blancos: un contundente 4 a 3 que encendió el entusiasmo de la afición.
Tres días después, la revancha se servía fría. Nuevamente, blancos y rojos se enfrentaban, esta vez con la intención de afinar detalles y pulir estrategias. El resultado fue similar: los blancos impusieron su dominio con un aplastante 3 a 0, dejando en claro su superioridad futbolística.
El 21 de enero, la Selección Nacional enfrentó su primer rival externo: el Atlante, un equipo que se encontraba en plena pretemporada y sin la presencia de sus jugadores seleccionados.
El encuentro, celebrado en el Estadio Azteca, sirvió como una prueba de fuego para medir el nivel del combinado nacional. Y la respuesta no pudo ser más contundente: un contundente 7 a 3 que evidenció la diferencia de calidad entre ambos equipos.
El público rugía con cada gol, contagiado del ímpetu y la pasión que desplegaban los jugadores en la cancha. Era un preludio de lo que estaba por venir, una señal de que la Selección Mexicana estaba lista para conquistar el mundo.
Una semana después, el verdadero desafío llegaría. La Selección se enfrentaría al Aurora de Perú, un equipo de gran trayectoria internacional que se encontraba realizando una gira por México.
Este encuentro sería la antesala del Campeonato Mundial, la última prueba para medir la capacidad del equipo y afinar los detalles antes de la gran aventura.
Bajo el sol azteca, con el aliento de su gente y la ilusión de un país entero, la Selección Nacional se preparaba para enfrentar su destino. El camino hacia la gloria estaba a punto de comenzar, y cada partido, cada victoria, era un paso más hacia la cima del fútbol mundial.
Aurora de Arequipa
Realmente en México no se conocía nada sobre el futbol peruano, pero el solo hecho de ser un equipo de sudamérica hacía pensar que tenían buen nivel.
Efectivamente los peruanos practicaban el típico futbol de esa parte del mundo con toque corto al pié y jugadores habilidosos.
El primer encuentro resultó muy complicado para la selección mexicana.
Pronto se notó la diferencia entre la conjunción de los peruanos y la desorganización mexicana.
Gracias a las individualidades, México lograba ganar el partido por 2 a 1, sembrando serias dudas entre los aficionados y conocedores.
Una semana después volvían a encontrarse y esta vez los mexicanos mostraron un mejor entendimiento entre sus líneas y se impusieron por 5 a 3,
Para el seleccionador nacional quedaba claro que el equipo necesitaba más partidos de preparación. La conjunción estaba lejos de alcanzarse y era necesario que los jugadores lograran mayor entendimiento entre ellos.
Por esos días, ya se conocía al rival de México rumbo a la Copa del Mundo Italia 1934: Cuba.
Ultimos Partidos de Preparación
Para terminar de afinar al equipo, se jugaron dos encuentros más ante equipos locales.
El primero de ellos fue contra el Real Club España, lleno de suplentes ante la cantidad de seleccionados, ganando el conjunto nacional por 4 a 1.
A pesar de la debilidad del rival, se tuvieron buenas sensaciones tras el encuentro. El equipo ya se notaba mejor acoplado.
Una semana después las alarmas se volvierron a encender.
El seleccionado enfrentaba al Asturias y apenas lograba empatar a dos goles. Se sentía que el equipo había dado un paso atrás.
La serie clasificatoria comenzaba el 4 de marzo y los jugadores de la selección recibieron unos días de descanso.
¿Cómo resultaría la serie contra los cubanos?
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